El nombre de Dios by Javier Martínez-Pinna

El nombre de Dios by Javier Martínez-Pinna

autor:Javier Martínez-Pinna
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 2014-03-04T23:00:00+00:00


Gárgoris y Habidis es una obra de Sánchez Dragó que marcó un momento de inflexión en el estudio de lo que desde entonces se llamó la España mágica.

Pero lo que más me sorprendió fue descubrir que aún en tiempos visigóticos persistía la costumbre de celebrar estas prácticas paganas en cuevas y cavidades del reino, en donde se recogía una tradición ancestral que logró sobrevivir al paso de los siglos. No faltan referencias al culto de dioses como Endovelica y Ataecinas, a quienes ofrecían sacrificios, o a Vestio, al que se le consideraba una deidad subterránea. También se menciona el culto a los dioses infernales y a las ninfas en los alrededores de la ciudad de Toledo, fuera de sus murallas, perviviendo en el interior de las mismas, el culto a Hércules. Si a todo esto le unimos las conocidas referencias que los musulmanes hicieron de la cueva de Hércules, no nos costará imaginar que la pervivencia de este mito fue un claro reflejo de la existencia de creencias arcaicas que perduraron en la memoria de los habitantes peninsulares.

El origen de esta leyenda se pierde en la noche de los tiempos. Se dice que cuando Hércules llegó a España, ya estaba iniciado en los misterios egipcios y que después de fundar muchas ciudades llegó a Toledo con una inmensa fortuna en oro y piedras preciosas, y allí, sobrecogido por la belleza del lugar, ordenó realizar un palacio subterráneo en donde depositó el tesoro que traía consigo. Después de derrotar al dragón, decidió instruir a una serie de enigmáticos personajes en los misterios de la cultura, la religión y la magia pero, como ya sabemos, decidió proseguir sus viajes, por lo que abandonó la ciudad de Toledo, quedando la cueva cerrada y custodiada por un pequeño grupo de guerreros que velaban para que el secreto que albergaba en su interior nunca fuese revelado.

Según José Ignacio Carmona, hay quienes opinan que la cueva fue fundada por Túbal, nieto de Noé, mientras que otros aluden al griego Ferencio o incluso al rey Pirro, casado con Iberia, hija del rey Ispahán.

Pasado el tiempo, y conscientes del peligro que se cernía sobre el destino de su reino, los monarcas visigodos, advertidos de esta amenaza, decidieron poner cada uno de ellos, en el momento en el que llegaban al trono, un candado sobre la puerta del palacio para garantizar que nadie accediese a su interior. Pero tal y como cuentan las fuentes, fue el rey Rodrigo el que, deseoso de adivinar un futuro que no se le antojaba nada halagüeño, decidió romper la tradición y, a pesar de todas las advertencias que le pedían prudencia, hizo saltar todos los cerrojos de la puerta. Ya conocemos lo que observó el último rey hispanovisigodo en las profundidades del recinto, y cuál fue su reacción cuando supo que su decisión bien podía desencadenar todos los acontecimientos que al final supusieron el final de su reino.

El caso es que, del palacio, hoy en día sólo se conservaría la cueva en donde



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